lunes, 20 de agosto de 2012

El primogénito

Desperté. Y lo vi parado frente a mi cama. Era pequeño, tenía un color rosado y una mirada de odio que me dejo frío. Supe que era el feto, que Raquel había abortado unos meses antes. Lo supe por los cables que se desprendían de su espalda, supe que mi experimento había dado frutos, pero que también había creado a mi verdugo. Todo comenzó hace unos meses, cuando conocí a Raquel. Raquel: era una mujer de poco talento, excepto el talento de la seducción, con ella conocí mis lados más ásperos. Siempre la considerare una prestidigitadora de alto nivel. No tuvimos una relación de esas de adolescentes. No. Lo nuestro era simplemente sexo. Encerronas, fluidos y adioses. Sin compromisos, ni sueños castrados. Todo marcho bien durante nueve meses hasta esa tarde que recibí una llamada, era Raquel quien lloraba, me explico que estaba embarazada. Y se acabo todo lo erótico y bueno de nuestra relación. Me cito. Llegué a su casa, aquella casa que un tiempo fue nuestra guarida de sudor y labios. Ahora tenía una atmosfera a terror, a sueños frustrados, el olor que tiene aquello que muere. Al principio tuvimos una plática consoladora. Después pasamos al nivel de la culpa donde ella me acusaba y yo a ella. Seguido del nivel de ansiedad, no se deberían tomar decisiones en estos estados, pero realmente es el único en el que se tiene el valor de tomar decisiones. Y claro la única decisión que consideramos adecuada fue abortar. Bueno en este caso ella. Y yo a pagar. Una amiga le dio la dirección de una enfermera que frecuentaba realizar estos trabajos. Fuimos a buscarla, mujer hipócrita, después de darnos un sermón sobre la abstinencia sexual, el pecado, el matrimonio y el castigo, nos dio el precio, toda una comerciante. Acordamos el precio y el día, no entraré en detalles, que es más que obvio que todo el mundo conoce de los abortos, es una cosa de fluidos. Alguien te da a tomar algo, lo que tenías, se licúa, después comienza a salir, y punto. Claro que es peligroso. Es vida lo que se licúa. Pero dejemos los discursos moralistas a la enfermera. Que ella los discursa muy bien. El proceso fue muy tedioso, me comenzó a nacer un sentimiento de remordimiento, mientras esperaba que la enfermera me comunicara como estuvo la operación. Al final todo bien. Raquel se recupero en unas semanas. Estuvo internada en una clínica, donde trabajaba la enfermera. Me dijo que me olvidara de ella y no me costó mucho hacerlo. Pasaron, unas semanas y todo bien. Fue en una fiesta de un amigo, donde se consumió todo lo que se pudo. Y entre al viaje de ácidos, el efecto ron y las dosis sexuales, emergió en mi un sentimiento podrido. Me desborone. ¿Y si ese feto hubiera sido el propósito de mi en este tiempo? ¿Y si debí aceptarlo con integridad? ¿Y si nunca se repetiría? Supe en ese momento que eso era el arrepentimiento. Pasaron tres semanas así, deje de comer, bañarme, lloraba de una forma enfermiza. Encontré una solución, resucitar al feto, no sería un niño, porque lo sabía, pero podría tenerlo cerca y quizá nos podíamos comunicar, Demostrar cariño, verlo crecer. Opte por buscarlo en las alcantarillas o en último caso hallar cualquier feto. Es sabido que los drenajes son espacios donde deambula la vida detenida. Una noche salí y encontré un feto, que era comido por un grupo de ratas, las espante: -¡malditos roedores!- Lo tomé en mis manos y lo guardé en mi chaqueta. Corrí a casa. Al llegar comencé a idear una forma de darle vida a este feto. Lo conecte a unos cables y estos a una batería alcalina triple “A”. Al principio no tuvo el efecto esperado. Fueron varios intentos. Pero en la medida de estos se logró: el pequeño feto comenzó a moverse, a gemir.
Conseguí una batería de motocicleta y se la conecte al ser, eso le dio más fuerza, mas vida. El feto comenzó a balbucear, luego a tener un dominio del lenguaje, comenzó a predicar: “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios” Isaias 66:9. La primera vez que lo escuche, me espante. Le di una patada al insecto ese. -¡Puta!- Esas mierdas no son normales. Se desconecto. No lo volví a conectar en un buen tiempo. Pasaron unos días y la curiosidad posiblemente me hizo volver a conectarlo. Al sentir la energía de la batería comenzó nuevamente con el dialogo: “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios” Isaias 66:9. Me quede pensando un momento, pero el feto siguió: “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios” Isaias 66:9. Después de una hora ya me tenia harto, le pregunte: ¿Qué putas queres güiro mierda? (creo que mis diálogos no tenían mucha coherencia. No era un huiro realmente. Reconozco estaba bien ahuevado). El feto me respondió: -¨te vine a matar, soy el Ángel guardián de los fetos. Mi labor es romperle el pene a los tipos que hacen abortar a sus hijos.”- Me desmaye. Cuando desperté la batería se había descargado. El feto estaba enredado entre los cables. Lo tome y lo lance en una gaveta del escritorio. No volví a sacarlo. Pasaron unos días y comencé a escuchar ruidos y gemidos que provenían de la gaveta y a lo lejos el versículo: “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios” Isaias 66:9. Todo esto nos trae a la noche de ayer, que como decía, desperté. Cuando lo vi parado frente a mi cama ya no me dijo esa frasecita de mierda. Su discurso fue diferente: “Soy un ángel. El ángel de los fetos. Tu condena es morir por tu vicio. Te masturbaras día a día, hasta que el falo ya no tenga más nada que expulsar. Sangraras. Muere pronto” Y en ese momento comenzó a deshacerse como una bolsa plástica en el fuego. Me levante, corrí al baño y vomite. Luego comencé a sentir una tensión entre mis piernas, un temblor en mis manos. Una erección que no deja de estar.

martes, 29 de noviembre de 2011

el amante






Ellos se besaban apasionadamente en la habitación principal. La enorme casa era una célula de pánico, un todo que expulsaba tensión. Ya que en cualquier momento podía llegar el esposo y se daría cuenta de la infidelidad, de cómo su esposa, se había dado a la tarea de revolcarse con otro. En la casa. La casa que el esposo había comprado. En la cama, la cama que había comprado el esposo.
Pero como dos niños, irreverentes, no les importaba profanar toda habitación de la casa. Fueron felices durante varios meses, al menos ellos creyeron que todo eso era felicidad, labios, gritos, armonías.
Una noche en medio de todo el huracán que sus cuerpos provocaban, en medio de los gritos y alaridos de ella. Escucharon la puerta de la casa abrirse. Era el esposo. Quien llegaba de improviso.
El pánico se apodero de sus cuerpos, ella trato de vestirse. El corrió desnudo con las prendas de vestir en las manos hacia la cocina. Se escondió en el rincón que dejaba el blanco congelador y la plateada estufa.
El esposo se instalo en la sala, en la casa, en el corazón de la esposa, durmieron mil noches, tuvieron 3 hijos, envejecieron día a día. Tuvieron un matrimonio estable, ella nunca volvió a recordar a su amante, ni que lo había escondido en la cocina, en el rincón, entre el blanco congelador y la plateada estufa.
El amante: con el pasar de los días, de los meses, luego de los años, se fue convirtiendo en un insecto oscuro, rastrero, un animal ajeno a la casa, ajeno a la felicidad de la familia: una cucaracha. Que vivió mil noches, en la cocina de esa familia, muchas veces intentaron matarla, los niños, otras veces el esposo, pero nunca lo lograron.
Ahora cuando la esposa ve salir a esa cucaracha detrás de los muebles, piensa en algo, en alguien, pero luego lo olvida, sigue haciendo la limpieza del la casa.

martes, 10 de mayo de 2011

Historia para que los niños duerman.



Para aquellos dos amiguitos.


Cuenta la historia que en alguna montaña existió un ave. Tan maravillosa como el paraíso (aunque el paraíso no es igual para todos, pero podemos decir que era bella, también considerando que la belleza no es igual para todos) esta ave tuvo tres huevos. Los cuales cuido durante doce años, entregándole toda su vida. Una mañana en la cual ella necesito alimento, salió a buscarlo, sin querer el movimiento de su vuelo hizo que uno de los huevos callera al suelo, debido al fuerte viento, fue cubierto por la hojarasca, y aunque la madre a su regreso, lo busco nunca lo pudo encontrar. Pasaron varios años hasta que los huevos reventaron y vieron la luz. Dos aves maravillosas fueron cuidadas por la madre. Mientras en el suelo: un huevo también reventó y expuso a la vida salvaje un ave torpe, ignorante de su entorno. La madre, como debía de ser le enseño a sus dos polluelos el arte de volar. El arte de cazar. Todo aquello que debía saber un ave de su clase. Mientras en el suelo el ave torpe sobrevivió a todo peligro, pero logro conocer que en el mundo nada es seguro. Cuando los polluelos estaban listos para aventurarse a la caza, la madre les dio las últimas indicaciones: “Todo lo que vuela no debe ser atacado. Siempre que vean para el suelo todo lo pequeño y torpe que está allí, podrá ser devorado”. Los polluelos asintieron con la pequeña cabeza y se lanzaron al viento. Después de un buen rato, identificaron un animal torpe que no sabía con precisión a donde ir, su caminar era frágil, su mirada era de asombro. Ambos concluyeron que era una presa fácil. Dirigieron toda su herencia milenaria hacia ese ser en el suelo. Ese día las aves se alimentaron como su madre les había enseñado.

lunes, 25 de abril de 2011




Boca

En este cuarto tan oscuro. Una boca se alimenta de sus dientes. De trozos de mentira que le dan a cambio de una vagina húmeda. Una boca que se conforma con la migaja de mundo que un alma reciclada de vez en vez le da con un dedo largo. Una boca se va alimentando de ratas, de colibrís muertos, de la basura genital de mil penes pasados. En este cuarto oscuro un alma ignorante no sabe que afuera hay todo un mundo para devorarse. Un mundo de la forma de mañana que con el pasar de los días también se va pudriendo.







Identidad

Esta es la corta historia de un cigarro. Que mientras estuvo en la cajetilla, quiso no ser un cigarro. Desarrollo teorías que respaldaran la idea que no todos los cigarros deben ser cigarros. Paso unas breves horas convenciendo a sus demás compañeros de la importancia de revelarse. De lanzarse fuera de la cajetilla y conocer el mundo. Y en el momento en que estuvo más seguro de no ser un cigarro. Una mano: tan fina como el viento. Tan aterciopelada como la niebla. Lo sacudió y al rumor de las copas de whisky lo convirtió en cenizas. En efecto: no volvió a ser cigarro.

jueves, 10 de marzo de 2011

Cuentos.

El reloj emitía ese sonido tan insoportable. 25 años escuchándolo. Resonando en mis sueños. Esa noche el sonido fue devastador. Un fuerte dolor de cabeza me hizo aclarar ideas. Mis manos estaban sudando, un fuerte calambre se instalo en mis brazos. Fui al viejo reloj y lo destroce a golpes con el martillo de papa. Me senté en la oscuridad a llorar. La voz de mi madre desde su habitación me volvió a la realidad. Su chillona voz. Sus reproches. Nuevamente el dolor de cabeza. Mis manos comenzaron a sudar, el calambre en los brazos. El martillo de papa. Subí a la recamara de mi madre. El Fantasma de la Esquina Mi madre me hablo un día del fantasma de la esquina, que se llevaba a los niños que no obedecían. “Los mal portados”. Muchos años le temí a la esquina. Una noche mientras lloraba por el desprecio de Mariana, la niña linda de la escuela. Vi al fantasma frente a mí. Mis manos temblaban, quise gritar. Fue tarde. Las niñas lindas nunca más importaron.